miércoles, 18 de mayo de 2016

Obsesión

27 años, trabajo en el área de marketing de una multinacional y vivo sola de alquiler en una buhardilla de 40m2 en La Latina.
Es un 5º sin ascensor, de esas casas antiguas de techos altos que cuando has subido 3 pisos parece que ya has subido 5 y te quedan otros dos más, con bancos en los descansillos y aún así mi vecina María, de 80 años, cuando se encuentra conmigo en el portal y me ve cargada de bolsas se ofrece siempre para subirme alguna ¡qué vitalidad!.

En el curro estoy muy contenta, antes trabajaba en recursos humanos y mi antiguo jefe me ofreció hace un mes un trabajo fuera del horario de oficina y ganar así un dinero extra, que me viene fenomenal porque a fin de mes sobrevivo gracias al menú mini de McDonalds y a un incremento de visitas a casa de mis padres. 

Voy los fines de semana a las oficinas de recursos humanos que están en un piso cerca del edificio principal en El Paseo de la Habana y del que tengo llaves. Hay que liberar espacio del archivo y al ser datos personales solo lo puede hacer alguien de confianza, me pagan muy bien, me llevará un par de meses. Yo, como soy un poco búho, prefiero ir por la tarde-noche.

Hoy es sábado, después de la siesta voy al garage, arranco mi suzuki y subo la Castellana, disfruto del viento en la cara ¡me encanta Madrid!. Llego a las 7, buena hora, como estamos en Julio los días son largos, cálidos y secos. Subo al segundo piso, abro la puerta, quito la alarma y continúo con la tarea, sin darme cuenta se ha hecho de noche, enciendo las luces, hoy me está cundiendo mucho, estoy muy entretenida y he metido la quinta, esta velocidad no hay quien la pare. 

De pronto suena el teléfono de la oficina ¡qué susto! me da un vuelco el corazón, miro la hora, la 1 de la mañana, se me ha ido el tiempo volando ¿quién será a estas horas? Los de seguridad ya vinieron a hacer su ronda y ellos nunca llaman. 

Paralizada lo miro y lo dejo sonar hasta que se calla. 

Vuelve a sonar. Lo cojo: —Patricia, ¿estás en la oficina? Soy José, tu compañero de marketing, he pasado con el coche y he visto luces, y como es tarde no se si te ha pasado algo, como otras veces te vas antes…
—¿Có-cómo sabes que otras veces me voy antes?
—Porque paso con el coche a ver si estás bien ¿quieres que suba?
—No, José, no subas, estoy bien, por favor no me llames que me has asustado. Gracias por preocuparte.

Cuelgo y me da saltos el corazón, ¿me ha estado vigilando todos estos fines de semana? No es fácil fijarse en la luz de esta oficina, tienes que pasar a propósito para verla. Es ya la 1.30 de la mañana, tengo que llamar a mi amiga Marta, que también trabaja conmigo en Marketing, es la única a la que se lo puedo contar pero si la llamo a estas horas se va a asustar, y tiene un bebé, ¡cómo la voy a llamar!. 

Vuelvo a mirar la hora, las 2, no me he movido. —Marta, Marta, tía perdona que te llame a estas horas pero te lo tengo que contar, es que no puedo ni moverme, por lo menos que si me pasa algo que alguien sepa por dónde empezar a buscar.