martes, 7 de junio de 2016

No me hizo daño

Hoy he llamado a Patricia y la he felicitado por su santo, me ha contestado con un alegre —Juan ¡Cuánto tiempo!


Hemos hablado de ésto y de aquello y nos hemos puesto al día, después he llamado a otra Patricia, que también se ha puesto muy contenta y nos hemos saludado y hemos quedado en vernos más a menudo, llamo ahora a una tercera, que fue compañera mía en clase de alemán hace dos años, nos sentábamos juntos y tuvimos un curso muy divertido. No me reconoce al principio, ¡Me pregunta que por qué la felicito! Le digo que es una manera muy bonita de acordarse, al menos una vez al año, de tus amigos y conocidos, aunque hayas pasado todo el año sin verlos o hablar con ellos, era el ‘facebook’ de mi abuela, mi abuela siempre me decía: —Hoy es San Jorge, ¿conoces algún Jorge?. Entonces yo hacía memoria y llamaba a todos mis Jorges, y nos poníamos al día, y sabías que al menos una vez al año tus amigos se acordaban de tí y retomaban el contacto, no siempre, pero algún año en el día de tu santo pues te cae alguna llamada sorpresa y te alegra el día (a mí por lo menos). Entonces Patricia me dice que ah bueno, que si es por eso que vale, pero me lo dice con displicencia, como si ella no supiera lo que significa el día de tu santo culturalmente, como si viviera en otro país o como si le molestara que la relacionaran con alguna santa, como renegando de una costumbre, como dándole más importancia al aspecto religioso que al social y posicionándose de una manera muy radical. Si no quiere que la llame creo que hay otras maneras de decirlo pero me parece ridículo que se haga la tonta preguntándome que por qué la felicito. Colgamos sin más y me siento ridículo. La tacho de mi lista de Patricias, de hecho tengo otra Patricia a la que llamar pero no la llamo, se me han quitado las ganas, estoy dolido ¿será posible? A mí que cualquier motivo para celebrar algo me parece bueno, y si por llamarme Juan se van a acordar de mí el 24 de junio, pues mejor que mejor, porque de la fecha de mi cumpleaños… ¡no me acuerdo ni yo! vaya bajón me ha dado, me voy a abrir una cerveza.


Me llama Juan para felicitarme por mi santo, al principio no sé ni qué Juan es, me asusto y soy un poco borde; Desde que me atracaron hace dos meses en el portal de casa todo me da miedo, estaba oscuro y no le vi, me pilló desprevenida, entró detrás de mí, me sujetó contra los buzones por la espalda, me dijo que no me moviera, que no gritara y que no me iba a hacer daño, metió la mano en mi bolso, sacó el monedero, cogió los billetes que acababa de retirar del cajero para pagar las clases de piano del trimestre y lo volvió a dejar todo en el bolso, salió corriendo, no me hizo daño. No pude ni mirar mientras huía, no le ví la cara, me senté en las escaleras, ni siquiera lloré, pero he dejado las clases de piano, casi no salgo y me he vuelto huraña y reservada. No se lo he contado a nadie. Ni lo he denunciado. No puedo ni hablar del tema, sin embargo no me lo quito de la cabeza, me siento impotente. Suena el teléfono y la voz me recuerda al que me robó, me quedo paralizada y él sigue hablando y me dice que es Juan, entonces me tranquilizo algo pero le contesto seca, hasta desagradable, lo reconozco, incluso le pregunto por qué me felicita, y yo no era así. Cuelgo y me quedo mal. Suena el teléfono, número desconocido. Esta vez ni lo cojo. Para de sonar. Me pongo a llorar.